Una de las supersticiones más conocidas es la de “tocar madera“, utilizada tanto por aquéllos que quieren protegerse de un posible daño como para los que formulan un deseo y quieren que éste se cumpla. Los orígenes de esta superstición son tan antiguos como misteriosos,
y aunque muchos lo interpretan como una metáfora de tocar la Santa Cruz (por estar hecha de madera), lo cierto es que aproximadamente dos milenios antes ya se consideraba a los árboles (especialmente a los robles) como recipientes espirituales y canalizadores de poderosas fuerzas místicas.
Los robles han sido considerados como un árbol sagrado por muchas culturas de la antigüedad, y existía la creencia de que en las vetas de su madera moraba el Genio del fuego y la vitalidad, un ser que concedía el éxito a sus devotos. Otra posible causa de tal adoración por el roble es la frecuencia con que estos árboles son alcanzados por los rayos durante las tormentas, algo que hizo pensar a los antiguos que podían canalizar las fuerzas y energías naturales. Posiblemente una conjunción de esta idea junto con la de la Santa Cruz hayan terminado por generar esta costumbre de tocar madera.
Curiosamente y aunque mucha gente no lo sepa esta superstición incluye una condición y es que la madera que toquemos no puede tener patas, por lo que no nos valen mesas ni sillas, la madera debe tener su base en la misma tierra (o bajo ella, como los árboles). También hay quienes aseguran que escuchar el crujido de la madera es presagio de un infortunio, y también que encontrarse durante la mañana con una persona que lleve una pata de palo nos traerá suerte, siempre y cuando no le sigamos con la mirada ya que esto nos traerá la desgracia. Muchas personas, cuando presumen de tener una racha de suerte y para no perderla, recurren a tocar madera con la esperanza de retener dicha racha.