El fiordo de Solway es una zona de excepcional belleza agreste, como pueden ver en la foto anterior, que delimita la frontera entre Inglaterra y Escocia. Lo bordea un litoral con colinas y ondulaciones que conforman un muy agradable paisaje.
Por supuesto, ha sido desde siempre un sitio apto para realizar camping y pequeñas excursiones donde cualquier aficionado podía sacar buenas fotos.
En ese plan andaba, allá por 1964, un bombero de nombre Jim Templeton. Aprovechando sus vacaciones, el buen Jim decidió recorrer la zona con su esposa, la pequeña hijita de ambos y una cámara fotográfica. Por supuesto (como todo padre sabe), al final tomó muchas más fotos de la niña que de los paisajes.
No eran tiempos de cámaras digitales, ni siquiera de "revelados en una hora", cosas que hoy nos parecen totalmente naturales. Pero en 1964 había que esperar para obtener las fotos. Y cuando Jim fue a buscar su revelado un par de días después de dejar el rollo, se encontró con un extraño comentario de parte del técnico:
"Qué pena que la mejor toma haya quedado arruinada, por ese hombre que se apareció de golpe detrás de la niña".
Jim no entendía de qué le estaban hablando. Para empezar, porque no había nadie en los alrededores del lugar donde ellos habían estado. Y además, porque había tomado las fotos con mucho cuidado para que nada las arruinara
Ni Jim, ni su esposa, ni la niña habían visto en el sitio al extraño "personaje" colado en la imagen. El bombero comentó la extraña situación con sus allegados y, al final, el asunto llegó a oídos de la gente de Kodak, que le pidió los negativos para analizarlos.
Si esperaban encontrar un truco o una manipulación en el revelado, eso no sucedió. Al final, Kodak ofreció públicamente surtir de película de por vida, al experto que explicara el misterio que sus propios técnicos no podían esclarecer. Lo cierto es que nadie logró hacerse del premio.
Y todavía sucederían cosas aún mucho más raras. Pocas semanas después de que el hecho ganara publicidad, se presentarían un par de personajes extraños en el domicilio del bombero.
Por aquel entonces, nadie en Gran Bretaña había oido hablar acerca de los "hombres de negro" ni, menos que menos, de sus extraños métodos.
Pero Jim Templeton nunca olvidaría esa noche, en la que primero recibió una llamada telefónica donde un hombre "de acento extranjero" le preguntó si podía verlo para hablar acerca del tema de la foto. Apenas el bombero dijo que sí, mientras alargaba la mano para tomar su agenda y marcar una fecha, sonó el timbre de su casa. Y ante la puerta estaba un par de hombres y un coche absolutamente inusuales.
Vestidos de traje negro y bajados de un enorme Jaguar del mismo color, se presentaron con nombres comunes y Jim reconoció en la voz de uno de ellos a su interlocutor en el teléfono.
Muy pronto el bombero descubrió que la apariencia no era lo único llamativo en los dos personajes. Sus temas de conversación también lo eran. Lejos de aportarle algo nuevo para entender la fotografía, los hombres de negro le preguntaron sobre el estado del tiempo en el dia que la foto se tomó. Además, querían saber también si Jim había notado algo raro en el comportamiento de las aves del lugar. Y todo ello "minuto a minuto, si es posible".
Como el bombero no se mostró cooperativo (quizás simplemente por no poseer ni rastro de los datos que le preguntaban), los hombres se levantaron intempestivamente y se fueron, no sin antes decirle a Jim que "lo que se ve en la foto es simplemente una persona que pasaba por detrás, de modo que no insista con tonterías o tendrá problemas."
Interpretando como una amenaza las palabras de los extraños, el bombero acudió a la Policía al día siguiente. Pero se encontró con que los hombres de negro ya habian estado allí, entrevistándose con autoridades locales. Y fuese lo que fuese que dijeron en la estación policial, resultó efectivo: el señor Templeton se encontró con la más absoluta frialdad ante sus reclamos, aún de parte de gente que le conocía de muchos años.